Llevar una vida en armonía
con el entorno es una prioridad del ser humano que no es un ser aislado
de la naturaleza, aunque así piense la mayoría. Este modo de vida
armónico no solo contribuye con el bienestar físico, sino que también
engrandece el espíritu.
Estamos tan acostumbrados a un
modo de vida tan mecánico y rutinario que nos olvidamos de nuestra
conciencia universal y nuestra conexión con la naturaleza, esto es algo
que con frecuencia pasamos por alto sin siquiera analizar que rol
jugamos y mucho menos nos preguntamos cómo podemos mejorar nuestra
calidad de vida y qué medidas podemos tomar para que esto se convierta
en una realidad tangente porque desafortunadamente escogemos la vía
fácil: ignorar el problema y dejar que otros los resuelvan, pero
¿quiénes son esos otros?
Es hora de empezar a construir
el mundo que soñamos y nada mejor que volver a nuestras raíces como
seres integrales que pertenecen al Todo.
Debemos desarraigar de nuestro
espíritu los valores que nos ha inculcado un sistema que está
completamente apartado de la armonía con la naturaleza y que impone el
valor del consumismo por sostener un mercado y enriquecerse a costa de
la destrucción de nuestros bienes más preciados: La vida y la Madre
Tierra.
Así pues, es nuestra obligación
retomar los valores principales que ya sabemos y debemos recordar para
construir el mundo que muchos definen como utópico, pero que dentro de
esta utopía se halla la verdad de nuestra existencia.
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